Esta noche mientras la luna derrama sus plateados rayos sobre tu faz dormida, mi mente se llena de recuerdos lejanos, de palabras no dichas, de bulliciosos silencios, de horas vacías y páginas llenas.
Mi mano se aleja
de la pluma y se acerca temerosa a tu sonrisa escondida, mientras tus ojos
cerrados miran el interior de mis sueños, esos que capturaste y los hiciste
tuyos, esos que quisiste redecorar de alegría, de los que quisiste borrar el
dolor de la ausencia, de la soledad y del miedo.
Mi vida, ese
camino estrecho y solitario lleno de amigos ausentes y sembrado de sueños
muertos, cuando me sentía más sola y olvidada, cuando la oscuridad de una noche
oscura y eterna caía sin piedad, tu
luminosa presencia apareció a mi lado, secaste mis lágrimas con tu sonrisa,
apagaste el silencio con una melodía de esperanza y me hiciste a ver que aún en
medio de la turbulencia todavía es posible soñar.
Tomaste mi mano y
cambiaste el rumbo sin destino que había seguido hasta entonces. Me has regalado
un arco iris de sueños y has convertido mi vida en un rosal sin espinas. La
declaración constante y sostenida de haber atravesado la marea de una vida
llena de sinsabores, de sueños rotos, de esperanzas inalcanzadas y de soledad
decidida con el solo fin de encontrarme; tu decisión de ahuyentar mis
pesadillas con el sonido de tu voz, de borrar de mi piel las heridas del
recuerdo dibujándole sueños con tus besos, me han convencido de un amor jurado
en algún rincón solitario de la eternidad.
Ahora conoces y
eres el dueño de los sueños de la niña, los deseos de la mujer y las locuras de
la desquiciada. Sabes cuantas veces se han hecho pedazos mis sueños y cuantas
veces mi vida ha estado al borde del abismo
Ahora es por ti
por quien late mi sonrisa, por quien mi
corazón sonríe, por quien por mis ojos
se escapan los recuerdos, en mi mente parpadean los pensamientos y por quien
duermo con el corazón despierto. Eres lo que las palabras de una poesía tratan
de decir, hasta el aire que respiro me habla de ti. Me es innecesaria la luz de las estrellas,
porque el brillo de tus ojos anula toda oscuridad, es inútil desear el cielo,
porque con tu amor ya me has llevado a él.
Viéndote dormido
hice a un lado a la luna para acariciar tu rostro, y con suavidad robarle un
beso al sueño que crees que es parte del mismo prolongado. Tus brazos reaccionan para apoderarse de la
imagen materializada de tus sueños, un cerco del que no quiero salir. Tus manos
recorren mi piel que se ha convertido en extensión de la tuya, las mismas manos
que borraron las cicatrices de viejos dolores y las heridas sangrantes de
violentos recuerdos. Con aquella suavidad que te es tan propia y que recuerda a
la de un artista al tallar un fino cristal, vas
arrastrando la tela que cubre tu obra.
Cada trozo de mi piel guarda un beso tuyo y mientras tus labios siguen
obedientes a tus manos, oleadas de placer van sustituyendo a la ternura. Me
miraste a los ojos, los mismos que un día estuvieron vacíos y tristes y ahora
están llenos de ti. Tus manos expertas recorren el camino conocido del sendero
de mi cuerpo que se bifurca en el infinito de las pasiones. Tus labios se
apoderan de mi boca en uno de esos besos que calcinan, y yo te lo devuelvo con
uno de esos que te arrebatan los sentidos. Una mano errante busca el jardín de
los placeres escondidos y entre gemidos que surcan la piel, el juicio se pierde
en el olvido. No hay barrera, no hay
salida, no hay camino que nos devuelva, solo un sendero ardiente que nos empuja
hacia el éxtasis y que igual lo recorreríamos aunque fuese prohibido. Con la
fuerza del deseo brutal que te consume, te introduces en la profundidad del
laberinto de placeres para librar una batalla de antemano perdida. Es como
aventurarse en el desierto, mientras tus manos seguían acariciando mi piel que
parecía arena ardiente y cada caricia me quemaba por dentro. Mientras el vaivén
enloquecido nos embriagaba y nuestras pieles se fundían, presos del amor
volamos en libertad hacia el vacío.
Minutos después,
mientras escuchaba los latidos de tu corazón donde hace ya algún tiempo habita
el mío, pensé que después de haber vivido el máximo dolor imaginable, el vacío
más absoluto donde no había consuelo posible, donde la oscuridad llenaba el
alma, finalmente llegué a casa, porque tus brazos son mi hogar. Alcé
ligeramente la cabeza para sonreírte, a ti, el
dueño de mi sonrisa y me recibiste con un beso que creaste solo para saciar mi boca.
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